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Divorcio de la pareja, no de los padres

La ruptura genera dolor en todos los miembros de la familia, y afecta especialmente a los hijos. Son necesarias tareas de adaptación en padres e hijos que permitan hacer frente a numerosos cambios con capacidad para negociar y reorganizarse. Esta tarea requiere de la pareja un esfuerzo importante, dirigido de forma primordial a un aislamiento del conflicto conyugal, que permita garantizar la continuidad de las funciones parentelas y evitar que los hijos queden atrapados en el interior de las desavenencias al mismo tiempo que éstas se van resolviendo.

La primera tarea del divorcio es poner fin al matrimonio/o a la pareja, de la manera más civilizada posible, sin que uno de los cónyuges se resigne por un sentimiento de culpa a perder sus derechos, huya para acabar con todo, asumiendo el papel de bueno o malo, víctima o verdugo, o impulsado por el deseo de herir o vengarse.

Divorcio de la pareja, no divorcio como padres

Las relaciones entre los progenitores después de la separación pueden ser muy diversas. Nos podemos encontrar con coprogenitores, ex-cónyuges que son muy amigos y desarrollan actividades en común aun sin los hijos, se reparten la responsabilidad de la educación y el cuidado de los hijos, hablan con frecuencia entre ellos y ambos toman las decisiones. Los niños mantienen buenas relaciones con cada uno de ellos y también con los dos juntos.

Los progenitores colegas son aquellos que respetan mutuamente sus diferentes criterios educativos, tienen un buen acuerdo sobre el sistema de comunicación y visitas y no interfieren en las actitudes del otro. No obstante no suelen verse y sólo lo hacen para hablar de los hijos. Cuando los hijos ven a sus padres lo hacen por separado.

Los progenitores competitivos se siguen ocupando de los hijos pero están en abierto desacuerdo, se critican y cuestionan las decisiones del otro. Los temas motivo de conflicto suelen ser la pensión, los horarios de las visitas o las actividades desarrolladas con el otro progenitor. La actitud hacia la pareja suele ser acusatoria e intentan inducir a los hijos a que tomen partido por su causa. Los hijos suelen estar tensos e irritados y se sienten incapaces de mantener una relación libre con el padre ausente.

Los progenitores enemigos son los que no se pueden ver, ni siquiera soportan hablarse por teléfono, se desvalorizan y se desprecian abiertamente. En esta clase de relaciones, si el progenitor que tiene la custodia cumple adecuadamente con su papel, los hijos tienen un desarrollo normal, aunque de adultos buscan al padre que los abandonó; en cambio, si el progenitor con quien viven tiene problemas psicológicos o es demasiado rencoroso hacia el otro, el ausente se convierte en una presencia permanente, ya sea como ideal o como chivo expiatorio

 

En cuanto al impacto del divorcio según la edad del niño, Wallerstein (1983) hizo una descripción clínica muy detallada sobre cómo reaccionan los niños al divorcio de sus padres en función de la edad:

  • Los preescolares presentan un alto nivel de ansiedad ante la separación, miedo de que los dos padres los abandonen, regresiones conductuales y una escasa capacidad para entender el divorcio y, consiguientemente, una tendencia a culparse a sí mismos por la separación y a pensar que ellos pueden hacer algo para resolver esa situación.
  • Los niños en edad escolar (6-8 años) suelen presentar un nivel moderado de depresión, se preocupan por la salida del hogar del progenitor y añoran su regreso, perciben el divorcio como un rechazo hacia ellos y temen verse reemplazados.
  • Durante la preadolescencia (9 a 12 años) la reacción al divorcio se suele manifestar mediante la expresión de sentimientos de cólera y la tendencia a culpar a uno de los progenitores, pudiendo desarrollar también síntomas somáticos. Interpretan la separación dentro de un estricto código de conducta que sus padres rompen con la decisión de separarse,
  • Los adolescentes, aunque se sienten apenados y con un cierto nivel de ansiedad, en general afrontan mejor el divorcio. Además de poseer un mayor desarrollo cognitiva y emocional, tienen la ventaja de poder contar con el apoyo de sus iguales y de otros adultos en ambientes extrafamiliares, lo que puede amortiguar los efectos de la separación y facilitar su ajuste. Los adolescentes son impredecibles, para muchos padres esta etapa puede representar una segunda oportunidad para curar viejas heridas y crear una nueva relación paternofilial. Otros esperarán a la adultez o no lo harán nunca.
  • El hijo de una pareja con conflictos tiene miedo a las peleas de sus padres. Hay numerosos estudios que señalan que el conflicto de los padres puede provocar la aparición de desarreglos psicológicos en los hijos. Pero también debo dejar claro que no siempre los niños sufren por la separación de sus padres y que pueden continuar queriéndoles a ambos, incluso aunque se vean obligados a rechazar a uno de ellos.

Del curso de Psicología Forense realizado en Barcelona,

Asunción Tejedor. Interferencias Parentales: Evaluación e Intervención

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