Permanecer atado a nuestro pasado, nos impide avanzar. Olvidarlo, nos impide aprender. Lo único que podemos hacer es aceptarlo, sin reproches. Solo entonces, las cicatrices se convertirán en un buen mapa, que nos orientarán en el futuro.
Tenemos que hacer las paces con lo que nos sucedió, adaptarlo, dejar de pelear(nos) con el, procesarlo y dejarlo ir. No armes escenarios hipotéticos, «y si…», » si hubiera hecho esto en lugar de aquello…». Estas hipótesis no sirven de nada, mantienen viva la ilusión de que las cosas podrían ser distintas de lo que fueron y ayudan a mantener el síntoma.
Una idea que también nos estanca en el pasado, es la idea de que es injusto. Así muchas veces nos decimos » y por qué me pasa a mí?», «es muy injusto!» Y reclamamos a alguna entidad superior, Dios, el Universo, que haga justicia. Que nos dé una realidad acorde a lo que nos merecemos. Si no sucede, nos llenamos de resentimiento.
Una cuestión importante para aceptar el pasado es delimitar nuestra responsabilidad. A veces, estoy con una persona adulta, que arrastra la responsabilidad, la carga de una situación que ocurrió cuando apenas era una persona de cinco o seis años. En muchas ocasiones, la respuesta a «¿Cuál es tú responsabilidad, desde aquí, ahora? es NINGUNA. No hacerse cargo de las responsabilidades propias genera sufrimiento, pero hacerse cargo de las que no lo son, también.
Nuestra mente no merece convertirse en un cubo de basura que llenamos con lo que podríamos haber hecho mejor cuando algo salió mal, ni con el miedo a lo que pueda pasar o a lo que piensen de nosotros los demás.
Ocúpate de vivir, de disfrutar, de hacer y resolver aquello que depende de ti.Acepta. Deja de analizar. Escribe. Relativiza. Céntrate en el aquí y ahora. Ponle humor a tu vida. Todo o (casi todo) tiene solución.

Debe estar conectado para enviar un comentario.